jueves, 26 de enero de 2017

¿Porqué caemos en la trampa del fumar?

Las creencias siempre han sido base de las civilizaciones. Con base científica o sin ella, siempre han contribuido a la formación de las sociedades, o a la destrucción.

Lo mismo pasa con la creencia de que dejar de fumar es complicado, duro, casi imposible. Es eso, una creencia. ¿Tiene base científica? Absolutamente ninguna.


La creencia de que dejar de fumar es difícil es una gran obra maestra del marketing del siglo XX que aun perdura, aunque cada vez con menos fuerza. Es una creencia creada por las potentes industrias tabacaleras que juegan con la leve y fugaz adicción que provoca la nicotina y con el marketing para hacernos pensar siempre en dejarlo otro día, que un cigarro mas no nos va a matar. Una cajetilla mas no nos va a matar tampoco. Un cartón mas tampoco nos matará. Pensamos que un mes mas fumando no es mortal, total, llevo 240 meses y aquí estoy.
Pero un día, llegará uno de esos cigarros que desatará en nuestro cuerpo el camino fatal hacia el fin. Para siempre. Y ese cigarro no será mas que la continuación de aquella espiral de humo que empezó con ese primer cigarro de repulsivo sabor.

Entonces, ¿mata un cigarro?. Si. Porque detrás de ese asqueroso primer cigarro pueden venir 300.000 mas, que es lo que he calculado que puede fumar un fumador medio a lo largo de su vida con un paquete diario durante 40 años. Ese cigarro nos mete en la espiral de humo, levanta la barrera psicológica que hace ver a nuestro cerebro que fumar no mata.Y además lo hace de forma muy sutil, porque ese primer cigarro, como digo, es asqueroso. Marea, sabe a truenos e incluso puede provocar arcadas y vómitos
Y al ser tan asqueroso, creemos que jamás seguiremos fumando. Ese es el error.
El primer cigarro es suficiente para enganchar a un ser humano de inteligencia media.

En definitiva, debemos saber que fumar es una trampa que consiste en hacerte creerte tan listo, que realmente eres tonto o cuando menos, te lleva a hacer tonterias. 

Fumamos porque es asqueroso, por paradójico que parezca. Su asquerosidad es la trampa necesaria para introducirnos las primeras dosis de nicotina.





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